Dando un Paseo

Gabriel decidió que ya era hora de ver como estaba Neutralya, la única zona del mundo que le gustaba visitar desde que había empezado la guerra. Hacía más de un mes que no bajaba, se encontraba sin ánimos... Pero ese día lo necesitaba, necesitaba alejarse del Olimpo y de los gritos de los dioses, que no dejaban de discutir qué raza ganaría la guerra, como si fuese una pelea de perros vulgar, corriente... Los veía estúpidos, pero no podía permitirse decírselo a la cara.

Se percató de la presencia celestial que llenó el lugar de un minuto para otro, encima, se trataba de una gran presencia.... lo sabía, eres aroma era inconfundible, el adorado Gabriel había ido a visitar aquellas tierras sin utilidad, donde sin tener alguien que las controlara, lo único que abundaba era el caos.

Miró desde lejos al ángel, en cualquier minuto el otro repararía en su presencia, si bien por su aroma, si bien por que le vería, ya que se encontraba sentado en la sombra de árbol cuyo follaje se había consumido por completo en su presencia.

El ángel estaba mejor que nunca, siempre tan hermoso, lastima que fuera tan divino, le encandilaba cuando se acercaba demasiado a él... Tan fiel a su cielo y sus Dioses que ni con toda la inteligencia que poseía era capaz de darse cuenta de todo lo malo que había en su lado...

Pobre Gabriel

Pensó para luego dar un pequeño suspiro

Caminó unos pasos, el parque era el mejor lugar de toda la ciudad. Siempre le habían gustado las zonas de vegetación abundante, tan llenas de vida que no se veían afectadas por las catástrofes que sucedían en el mundo... Y realmente deseaba que la guerra nunca llegase a Neutralya... Era el único lugar donde las razas podían juntarse, el único lugar donde, de un modo u otro, podría haber paz... Y él la deseaba más que ninguna otra cosa... Deseaba que las masacres terminasen de una vez por todas, que nadie más muriese en vano sólo por ansias de poder... No podría soportar que la guerra no tuviese fin... De hecho con sólo pensar esa idea se estremecía de terror...
Fue entonces cuando sintió una presencia demoniaca, que podía compararse a la suya en grandeza y poder... Sólo había dos seres que podrían hacerlo, y dudaba mucho que uno de ellos hubiese subido hasta allí sólo para entretenerse un rato... Así que solamente le quedaba Semyasa. No tardó mucho en verlo y confirmar sus deducciones. Ahí estaba, sentado bajo ese pobre árbol que había perecido bajo su infernal esencia... Odiaba a los demonios por eso, por despojar de cualquier signo de vida a todo ser al que se acercasen... ¿Por qué tenían que ser tan destructivos?
En contra de todos sus principios, se acercó al árbol en el que el oscuro ser reposaba, y colocó una de sus pálidas manos en la corteza, infundiéndole la vida que el otro le había arrebatado. El árbol volvió a llenarse de verdes ojas, aunque aún seguía algo reseco en la zona en la que contactaba con el demonio. Después, lanzó a Semyasa una mirada fría pero al mismo tiempo cortante.

-A ser posible me gustaría que no hicieses estropicios en mi presencia, me pone muy enfermo y de mal humor... Y dudo que eso te apetezca-le dijo secamente.

-Me apetece mi dulce ángel... me apetece... adoro a los ángeles furiosos, se puede decir que el lado endemoniado le sale a flote de una forma exquisita.-

Se puso de pie frente al ángel, era realmente delicioso, pero definitivamente necesitaba opacarlo un poco, tanto brillo podía ser verdaderamente moleste.

-No te enojes por el árbol, sólo le estaba dando un respiro, un descanso a su existencia.-

Definitivamente tendría ese ángel bajo su cuerpo gimiendo de manera celestial, y miraría directo al cielo a su dios sólo para ver como la fuera de él teñía el cielo... solía pasar cuando se metía con sus ángeles... pero se preguntaba que tormenta descargaría cuando tomara a su adorado Gabriel

-Genial, pues a mí no me apetece cabrearme, y menos ahora que he venido aquí para tomar un respiro, así que será mejor que te largues a Inferno a atormentar a tus congéneres, y dejarnos a los demás en paz... Y deja ya de librar a los árboles de su existencia o yo te libraré de la tuya-le dijo seriamente.

No soportaba que se metiesen con un ser vivo de esa manera, como si quitar la vida fuese lo más normal del mundo... Eran seres débiles, inferiores... Y aún así los demonios abusaban de su poder sin mostrar ninguna clase de honor con ello. Y ese demonio que tenía delante era de los peores, no sólo por su inmenso poder, sino porque era bastante más cabezota y egocéntrico que los suyos, y eso ya era mucho decir de un demonio.

-Si tienes algo que objetar, espera a que nos encontremos en combate. Hasta entonces cierra la boca y mantente al margen-le dijo con valor. Sabía que estaban bastante empatados en fuerzas, y no sabía si podría vencerle en una pelea, pero tampoco podía amedrentarse. Además, la mirada que el demonio le dirigía no le gustaba nada de nada.

-Tú... ángel de la batalla, tu sed de combate te condenará-

Le dijo mirándole seriamente, y es que era la verdad, a pesar de ser un ser celestial, el angel que tenía en frente era el más sangriento de todos los angeles, comandando tropas tal comoél mismo lo hacía en los infiernos pero el era un demonio, el otro, un angel, un ser que debía ser compasivo y conciliador.

-Vamos Gabriel, nuestra naturaleza es lamisma...- abrió sus brazos hacia el cielo como un mártir. -Y todos somos crituras de dios.-

Sonrió de medio lado al cielo, burlándose directamente hacia el dios que Gabriel adoraba

-No te metas con alguien a quien no conoces, Semyasa, y menos delante de uno de sus más fieles discípulos-lo amenazó ya empezando a enfadarse-. Yo no soy un angel de combate, detesto el derramamiento de sangre, incluso el de vuestra sangre impura de demonios. Vosotros os negastéis a aceptar a los dioses, os negastéis a aceptar a mi dios, a acatar las reglas del orden y del bien, y os dedicastéis a mancillar la creación que tanto nos cuesta mantener y embellecer... Sois como la peste que contamina el mundo... No me compares contigo, tú no me llegarías ni a la suela de los talones. Eres un miserable ser de oscuridad que vaga en un mundo que no comprende.

Había estallado. En ningún momento había levantado la voz, pero sus palabras eran duras y firmes. No pretendía dar clases de moralidad a Semyasa, era imposible enseñar moral a un demonio hecho y derecho, pero sí que pretendía plantar cara a sus palabras, no podía quedarse de brazos cruzados como si nada, escuchando cómo blasfemaba una y otra vez contra su dios y sus creencias.

-No te olvides que también fui ángel Gabriel... no te olvides...-

Le dijo con algo parecido a la ira mientras se acercaba en forma peligrosa al albino ángel. Estaba algo molesto, siempre parecía ser excluido del cielo, primero por su padre y luego por sus otros hijos. Odiaba aquello... odiaba a Dios... lo odiaba por que por su culpa... por que por su culpa todo era asquerosamente bellos y horrible a la vez.

-Dios es un ser egoísta... no lo olvides-

-Fuiste ángel es cierto, pero tuviste tu oportunidad y la dejaste escapar. Ya no puedes hacer referencia al nombre de mi dios ni a sus costumbres, y mucho menos a mis creencias. Tú elegiste tu camino, deja que los demás sigamos el nuestro y no te metas en nuestras vidad-se percató de que se le estaba acercando peligrosamente, ningún demonio había llegado a ese extremo con él nunca-. Aléjate de mi, no deberías tener derecho ni de mirarme tan siquiera... Eres un sr sucio y despreciable... Os odio, a todos vosotros... ¡¡Dios no es egoísta!! ¡¡El nos quieres!!-cerró los ojos con fuerza, concentrándose en sus propias palabras para olvidar las del demonio, sosteniéndose la cabeza con ambas manos. Se estaba enfadando tanto que le dolía.

Aprovechó como el ángel bajaba sus defensas producto de su desesperación y se acercó al punto se pasar sus brazos por la cintura del mismo y abrazarle con fuerza.

-Puedo hacer que todo tu dolor se vaya lejos... muy lejos.-

le susurro al oído para luego alejarse rápidamente él y volver a la posición en la que estaba antes, sentado bajo la sombra del árbol, sólo que esta vez no le quitó la vida.

-¿Que te parece... tu cuerpo a cambio de la vida de los seres inferiores que se crucen en mi camino? Salvarías a miles de desprotegidos...

Gabriel se lo quedó mirando completamente anonadado. Lo había abrazado, eso estaba claro, aunque por unos instantes había llegado a pensar que había sido fruto de su imaginación... Pero el trato que le proponía... Era demasiado, no podía aceptar algo así, era impensable.

-Sabes que no puedo entregarte mi cuerpo, los dioses solo admiten ángeles vírgenes en el Olimpo, si yo perdiese mi... Mi virginidad... No sé qué podría ocurrirme-le dijo tratando de parecer tan frío como siempre, pero fue un intento vano. Salvar inocentes. Esa había sido su vida desde que tenía plena memoria y consciencia. ¿Qué diría su dios si se entregaba al demonio sólo para contribuir a su causa? Semyasa era el demonio que más seres inferiores aniquilaba... Y él tenía en sus manos la posibilidad de salvar a todas sus futuras víctimas.

-Además, ¿qué me dice que cumplirás tu palabras? Los demonios sois seres retorcidos y sin honor, no sois fieles a nada ni a nadie, sólo actuáis en vuestro beneficio... Romper promesas es vuestra orden del día.

-Es un riesgo que corres... pero piénsalo, lo que obtienes es mucho más beneficioso que vivir cómodamente en el cielo junto a tus dioses... además, no creo que osen echarte... la pérdida sería insoportables para el deleite de los mismos...-

Miró na pequeña flor que asomaba junto a él y con sólo posar sus ojos sobre ella esta murió rápidamente.

-¿Ves?... La habrías salvado de haber accedido...

Le estiró la mano en señal de que se acercara a él, era un invitación clara y directa, Gabriel debía decidir que era más importante para él, si el cielo o la vida.

Gabriel se mordió el labio y tomó su decisión. No podía permitirlo, y mirar a esa pobre flor marchita, no hacía más que asegurarle su decisión. No dejaría que nadie más muriese en vano por capricho de ese demonio... Tenía que arriesgarse a que Semyasa no cumpliese con lo pactado, pero de todos modos lo estaba intentando. Estaba haciendo lo mismo que había hecho siempre: sacrificarse a sí mismo por los demás. La única diferencia era que en esa ocasión, iba a resultar herido más que físicamente, psicológicamente.

Se acercó al demonio, una silenciosa lágrima se deslizó por su mejilla. Hacía demasiado tiempo que no lloraba, y esa lágrima para él significaba todo el dolor que estaba sintiendo en esos momentos. Llegó a su altura y lo miró con firmeza, limpiando la lágrima.

-Haz lo que quieras, pero rápido-le dijo desprendiendo el broche que sostenía la túnica sobre su delicado cuerpo, que quedó al descubierto ante la atenta mirada del demonio.

Tomó la mano del ángel y le empujó haciendo que cayera encima de él, coló una de sus manos por entre las sueltas telas y comenzó a recorrerle.

-Creo que no me has entendido bien Gabriel, no es que quiera tu cuerpo sólo una vez... tendrás que ser mi putita personal... y mientras lo seas yo no mataré a ningún ser inferior que cruce mi camino... nunca, pero mientras me mantengas satisfecho.

Le dijo con lascivia mientas pasaba su lengua por el suave y hermoso rostro del ángel, quitando el casco que cubría su cabeza.

Gabriel palideció al escuchar las crueles palabras del demonio. Ser su... Su juguete sexual. Ningún ángel, querubín, serafín o arcángel se había visto nunca rebajado a ese nivel. Pero él debía de hacerlo, porque tenía que hacer lo que los demás esperaban de él: salvar el mundo. Un mundo que desde ese momento ya no podría mirarle con los mismos ojos... Iba a perder su pureza, no sólo una vez sino muchas. Miró al cielo, rogando que su dios estuviese ahí como siempre, vigilándole.

-Lo siento, mi señor...-musitó al cielo, con la esperanza firme de que Él lo escuchase y comprendiese por qué cedía a los deseos de un demonio como Semyasa-. Acepto-le dijo al demonio, sin ningún ápice de duda, convenciéndose a sí mismo de que lo hacía por esa flor marchita, por los inocentes que no debían derramar lágrimas y sangres... Por todas las creencia que siempre había tenido en su corazón, ahora agonizante de dolor.

-Esa es una buena respuesta angelito...-

Le susurró al oído mientras acariciaba sus hermosas curvas, que cuando llegó a posarse sobre una de sus nalgas, apretó con lujuria. Acercó sus labios a los del ángel, pero sin tocarlos.

-Ahora Gabriel... separa las piernas...-

le ordenó con claro tono autoritario y con intenciones de ver hasta donde podía aguantar la humillación un ángel como Gabriel. Ponerlo al límite era el placer que se estaba dando... que al parecía ser incluso más satisfactorio que el sexo mismo, por lo que jugaría un buen tiempo con el antes de hacerlo suyo.

Gabriel cerró los ojos con dolor y vergüenza. No quería pensar, quería alejarse mentalmente de allí para no tener que soportar las humillaciones a las que estaba claro que lo sometería el demonio... Pero le era imposible, por primera vez en mucho tiempo no era capaz de evadirse de la realidad. Lo miró a los ojos cuando le dijo que separase las piernas. Sabía que el demonio estaba disfrutando con eso como un niño con zapatos nuevos, pero aún así se obligó a sí mismo a obedecer, acallando la voz de su interior que le decía que no podía dejar su honor por los suelos de esa manera.
Abrió las piernas lentamente, y sin querer un leve rubor cubrió sus mejillas a causa de la humillación. No quería ni imaginarse cómo se debería de estar viendo en esos momentos, sometido por un vulgar demonio. Se imaginó la cara de su dios cuando se enterase, cuando viese lo que estaba haciendo...

-Te queda el gran consuelo de que eres una prostituta de las más nobles... unas los hacen por dinero, otras por favores, incluso algunas por puro placer... pero tu lo haces por vidas... muy conmovedor, aunque es prostituirse al fin y al cabo también ¿no?

Estaba disfrutando todo eso, lo estaba disfrutando como no disfrutaba algo en siglos, ver caer toda esa majestuosidad era impresionante, había pensado mucho tiempo aquella propuesta, que si bien para el era un placer matar las cosas que lo rodeaban, llenándose de energía de esa manera, podía renunciar a eso si tenía el cuerpo del albino para su deleite particular.

-Vamos Gabriel, se que eres virgen... pero tu sabes lo que tienes que hacer... ¿Qué tal si comienzas por besarme?

Gabriel lo miró con odio. Estaba claro que al demonio le encantaba jugar con el de esa manera, y desgraciadamente para él tenía que seguirle el juego. Para un ángel, un beso era un símbolo de amor eterno, pero para él, cuando juntó sus labios con los de Semyasa, trató de transmitirle todo el odio que un ángel podía sentir. No saboreó los labios ajenos, simplemente juntó sus labios con los de él, sin profundizar siquiera.

-Y contentate que he accedido, porque no debería aunque sea tu juguete...

-Me estás cansando Gabriel...-

Le dijo antes de apartarlo y ponerse de pie, haciendo que el ángel rodara por el suelo, pero tomándolo del brazo en forma rápida y brusca, lo puso de pie y le acomodó sin cuidado la ropa.

-Iremos a mi lugar, ahí te enseñare a darme placer... mira que de otro modo el trato llega hasta aquí, ya te lo dije, debes mantenerme satisfecho Gabriel, no creas queme basta toquetear al hermoso ángel Gabriel...-

Jaló un poco más al ángel y sin esperar demasiado asomó un hermoso par de alas, de la misma textura que las te un ángel, pero negras con uno que otro toque rojo entre ella.

-No te darás ni cuenta cuando estés gimiendo de placer bajo mi cuerpo hermoso ángel, sentirás la caída en tu propio cuerpo.-

-Yo jamás podría gemir de placer a causa tuya... Como mucho gemiré por obligación, por cumplir nuestro acuerdo...-le dijo sintiendo ganas de llorar. Se sentía sucio, y ni siquiera habían empezado... NO quería ni imaginarse como se sentiría al final de la experiencia-. Y si tanto te gusta humillarme, ¿por qué no me tomas delante de todos tus demonios, eh? Ya me da igual lo que hagas conmigo, mi cuerpo ha estado mancillado desde el mismo momento en el que tus manos se han posado sobre mi piel... Adelante, déjame por los suelos...