Curando heridas -Gab-

Semyasa cargo el cuerpo de Gabriel hasta llegar a su habitación principal. El entrar el calor podía sentir se, el rojo adornaba las paredes y el negro dominaba en los muebles que llenaban la habitación. El demonio pensó que sería mejor cambiar un poco los colores y con la mirada hizo que las paredes se tornaran de color blanco invierno y los muebles de fina madera, sino, sería demasiado para el ángel que acababa de caer en su poder.

-Muy bien Gabriel...-

Le hablo al inconsciente ángel, dejándolo con suavidad sobre su cama, sus alas aún no volvían a esconderse así que tuvo cuidado de aplastarlas de la forma correcta para no quebrarlas.

Entreabrió los ojos, sintiéndose cálidamente acogido sobre unas sábanas. Esperaba encontrarse con la habitación de torturas, pero no fue así: las paredes eran de un puro color blanco que le recordaba en gran parte al cielo en el que siempre había vivido... Pero poco a poco se fue dando cuenta de que no estaba allí, sino en una habitación y con Semyasa, el demonio que lo había hundido hasta ese punto... Y aún así no podía dejar de escuchar las palabras que él le había dirigido mientras estaba inconsciente, y que de todas formas había escuchado: "Muy bien Gabriel". ¿Acaso sólo buscaba su sumisión? ¿Que le dijese que le pertenecía? Lo miró aturdido mientras el otro colocaba bien sus alas.

-¿Por... qué?-musitó débilmente.

-¿Porqué?-

Imitó la pregunta del albino mientras se alejaba de él hasta llegar a un inmenso sillón cerca de una especie de escritorio que contenía en su superficie miles de esferas, la mayoría de color negro y otras levemente grises. Eran alguna de las últimas almas que había adquirido, pero no las que caían ahí por obligación, sino que las que voluntariamente habían cedido ante él.

-Creo que ya sabes la respuesta...-

La forma en que le contestaba, si bien no era tan brusca como la que había usado con él anteriormente, distaba mucho se ser amable o agradable, y mucho menos dulce.

-Realmente... No... No... lo sé...-musitó, y tuvo que volver a cerrar los ojos. Le dolía todo el cuerpo, y las acciones del demonio lo confundían enormemente. ¿Por qué lo curaba y le prestaba todas esas atenciones siendo como era un ángel? ¿Por qué lo trataba así después de casi haberlo matado en la sala de torturas? Eran demasiadas preguntas sin respuesta, y no estaba acostumbrado a tenerlas. De repente sintió que sus alas empezaban a marchitarse, cómo si perdiesen vida... ¿Sería que iba a caer? ¿Pero por qué? Él no había accedido a quedarse con el demonio en Inferno... ¿Y Dios dónde había estado cuando lo estaban torturando? ¿No vigilaba y cuidaba a sus ángeles? ¿Qué case de Dios dejaba a su mano derecha en esa situación? Empezaba a dudar de su fe...

-¿Sabes que Dios tiene poder incluso aquí en el infierno verdad?... Es raro que no te haya salvado, te dejó caer y sufrir... a mi merced... incluso, estoy seguro de que lo disfrutó-

Se relamió mientras consumía en fuego cada una de las almas que iba tomando, no las estaba destruyendo, por supuesto que no, eso sería un desperdicio, simplemente las estaba incorporando al infierno, para siempre, de forma insalvable... tal como lo haría con el hermoso ángel que se marchitaba poco a poco sobre su cama.

-Dios no me ha salvado...-musitó con nuevas lágrimas en los ojos-. Ha dejado que todo esto suceda... Y ahora hace que me consuma... Ya no me importa morir, no importa nada... Toma mi alma, mándala donde quiera que estés mandando esas y encárgate de que nadie más pueda alcanzarla... -le pidió, sus alas ya estaban casi destrozadas por completo, su rostro de u tono pálido que tiraba más a gris que a blanco, y sus labios resecos, amoratados... Sus ojos habían perdido ya el brillo que anteriormente mostraban.

Se uso de pie y caminó a la cama junto a gariel, se sentó a su lado y acarició su rostro, estaba cayendo, el ángel más hermoso del cielo caía, se marchitaba, moría ahí en su lecho. Realmente era lo único que quería desde que se enfrentó a él en alguna pasada, y ya muy antigua oportunidad, humillarle... y luego matarle.

Pero ahora que lo veía morir poco a poco... marchitándose como una flor y simplemente dejándose morir, algo le decía que ya no era lo que quería.

Con un simple movimiento hizo que su cama se transformara en una especie de prado, llena de flores hermosas que rodeaban al ángel, incluso el aroma de las flores inundaba la habitación.

-Si Dios ya no te quiere... y te ha abandonado... yo puedo...-

Simplemente se detuvo.

-Vas a... conseguir lo que... tanto tiempo... llevas... deseando...-le dijo con esfuerzo, su voz sonaba ahogada. Ls flores, el prado... ese delicioso olor...-. ¿Por qué lo has hecho?-le preguntó haciendo referencia al cambio en la habitación-. Soy tu enemigo mortal... En lugar de un prado deberias haber creado un ataúd para mí...-movió levemente su mano, alcanzando con debilidad la del otro y posándola encima-. Sólo dime por qué...

-Por que tengo la imperiosa necesidad d destruir todo lo que Dios o Dioses aman...-

Le dijo mientras le ayudaba a sentarse, hizo un extraño movimiento que consiguió que las alas de Gabriel volvieran a esconderse, al menos a í las protegería de caer, ya que era difícil que volvieran a regenerarse.

Era la verdad, por eso le había dejado en el estado que estaba, pero si le estaba preguntando por que era que no terminaba de una vez, dándole muerte y cumpliendo lo que se supone que iba a hacer, entonces no sabría que contestarle.. ¿Piedad?... no, el no podía sentirla, aunque quisiera, simplemente no podía.

-¿Sabes?... Desde que... tengo memoria... me educaron... para servir a mi Dios... incondicionalmente... Me decían... que él... agradecería... mis esfuerzos por... mejorar el mundo... Pero ahora... que no está conmigo... que me ha dejado... a mi... suerte... empiezo... a pensar... que nunca estuvo... a mi lado... que todo eran mentiras...-tosió un par de veces, enfermizamente, le quedaba poco tiempo, a pesar de que Semyaza había escondido sus alas... Eso sólo le hacía ganar un poco más-. Pensaba... que lo... mas humillante... era ser... desvirgado... por un demonio... con un objeto inanimado... pero ahora sé... que lo más... humillante ha... sido creer... en alguien... que nunca ha hecho... nada... por mí... -tomó con las pocas fuerzas que le quedaban el colgante que lo señalaba como señor de los ángeles, y se lo tendió a Semyaza-. Tu... trofeo...

Miró el colgante que ahora reposaba junto al suyo, luego miró a Gabriel, realmente se estaba muriendo, pero no era por lo que le había hecho en la sala de torturas, el ángel era un guerrero capaz de aguantar eso y mucho más, lo sabía, Gabriel se estaba muriendo por que no tenía nada por lo que vivir ahora que se daba cuenta de que Dios, realmente... era un ser tan egoísta como cualquiera, que cuando vio a su ángel a punto de ser ultrajado, no hizo nada, absolutamente nada.

-¿Gabriel?-

-Semyaza...-musitó, pero esta vez pronunció su nombre con un tono distinto al detestable que solía emplear, en esta ocasión lo dijo con algo semejante a la ternura-. Me habría gustado... Poder... Conseguir también la paz... con los demonios...-le dijo suavemente, frías lágrimas recorriendo sus mejillas, dejando un húmedo rastro a medida que caían, parecido a la escarcha-. Podría... Haber llegado... a amarte...

-Esta bien Gabriel... tu ganas-

Le dijo antes de acercar sus labios a los del albino, dando un beso cargad de calor, traspasando de esta forma gran parte de su energía al cuerpo del otro, no dejaría que se le muriera, menos ahora. Le besó con algo parecido a la ternura, pero no era ternura, por que los demonios no pueden sentir ternura... ¿Verdad?

Sintió cómo lo besaba de un modo cálido, como nunca habría creído que podría hacerlo. Ese demonio le odiaba por encima de todo, desde siempre había estado combatiendo contra él... Y ahora lo besaba, le regalaba parte de su energía para que no muriese. Realmente no lo comprendía, no sabía cómo tomarse a Semyaza, pero al contrario que en el primer beso que tuvieron, en ese Gabriel se le entregó por completo. Ya no estaba perdiendo nada... Lo estaba ganando, y eso era algo que no tenía precio. El color regresó a su rostro, que recobró ese tono pálido porcelana, y sus ojos volvieron a brillar. No dejaría que la muerte lo arrastrase... No en ese momento en el que el demonio lo besaba... No mientras Semyaza estuviese a su lado. Y en ese momento se dio cuenta de que antes se había confundido: no era que podía haberse enamorado... Estaba enamorado de Semyaza, de un demonio... De ESE demonio.

Vio como el ángel se renovaba de energía, reviviendo e incluso... respondiendo el beso que le daba ahora de una manera muy diferente a hace unas horas. Cortó el beso con delicadeza y le miro, estaba recuperándose y en gloría y majestad, pero la sombra de la tristeza adornaba sus ojos.

-No es un lugar hermoso, es más, dista mucho de serlo a los ojos de un ángel, pero el infierno puede acoges incluso a un ángel como tú, puro... por que no como en el olimpo, aquí, no discriminamos.- le susurró al oído.

Gabriel atendió a sus palabras patidifuso, se sentía por una parte feliz y por otra dudoso de lo que debía hacer. Un ángel en el infierno tampoco estaba demasiado visto, y mucho menos a bien... Incluso si ese ángel había estado a punto de caer. ¿O había caído? No lo sabía con certeza, y sólo había un modo de averiguarlo. Concentró sus fuerzas en sus alas y las extendió majestuosamente, seguían siendo blancas como la nieve, parecía que el proceso de caída no había logrado concluirse con éxito. Miró a Semyaza, y en ese momento tomó una decisión, a pesar de que seguía siendo un ángel.

-Me quedaré contigo...

-Bien...-

Una cadena se formó en el cuello del ángel, haciendo que esta fuera unida a la muñeca derecha del demonio, desintegrándose por completo luego, era una cadena invisible, que simbólicamente ataba la vida de ese ángel al demonio.

-Perfecto... acabas de firmar un trato con palabras que se gravan en la sangre más que la misma tinta...-

Le dijo sonriendo de una forma extraña, no le había engañado, pues Gabriel sabía perfectamente el demonio que tenía en frente

Lo miró con tristeza una vez, sólo una... Y después sus ojos se volvieron inexpresivos de nuevo, como si fuesen de piedra. Si para estar con él debía de ser así, no se opondría, pero se encargaría de no sentir nada, de no reaccionar ante nada ni nadie... Para poder aguantar debía de ser frío como el acero, y perder todo sentimiento.

-Como ordenes...-le dijo sumisamente.

-Así me gusta...-

Le dijo, pero no muy convencido, la verdad es que extrañaba el brillo amenazador del ángel, pero ahora al menos lo tenía en su poder, como una clara burla a los Dioses que les habían abandonado... a todos, incluido Gabriel.

-Ahora descansa... luego tendrás trabajo satisfaciendo mis necesidades, te daré el honor de ser mi putita personal.-

Le dijo antes de ponerse de pie y volver a su escritorio, sentándose nuevamente en el sillón, sin dejar d mirar al ángel.

-No me apetece dormir... Y quisiera vestirme si no te importa... No me gusta tener frio-le dijo sin emoción alguna. Parecía que realmente no le importaba lo que le sucediese. Metió sus alas, escondiéndolas, y después se tumbo en la cama-. Seguro que tienes ropa para todos tus esclavos sexuales, con ropa interior y algo para arriba me basta y me sobra-le dijo aún en ese tono invariable-. Y dentro de un rato sí que podré satisfacerte, ahora deja que mi trasero se mejores o volverá a pasar lo de antes...

Con un simple movimiento de su mano hizo que el cuerpo de Gabriel fuese cubierto por unas suaves telas negras, las que se acomodaron de tal manera que simulaban perfectamente una especie e sweeter y uno boxers ajustados también en color negro.

-Con eso debería bastar...-

Dijo ates de prestar atención a las almas que había sobre el escritorio y seguir con lo que hacía antes, pero poco a poco la temperatura de la habitación comenzó a subir, si bien no dijo nada, la temperaba para que Gabriel no tuviese frío

Gabriel se quedó tumbado en la cama, ya vestido, con las sábanas y la temperatura templada no tenía ningún frío... Al menos físicamente, porque su alma estaba por completo helada, tiritando abandonada a su suerte. Miró al demonio de reojo, sin querer tampoco que el otro se diese cuenta. No sabía por qué su corazón había pretendido más de un demonio como él, que no podía sentir nada, si lo había dejado vivo era para tenerlo de putita personal, como él había dicho... Y a decir verdad, Gabriel habría preferido mil veces morir que verse obligado a eso, a servir a la persona que amaba como un mero juguete. Se acurrucó y casi sin querer empezó a adormecerse, pero aunque los párpados le pesaban, no quería cerrarlos, temeroso de las pesadillas que encontraría tras ellos.

El demonio miró al ángel... parecía aburrido. Una sonrisa más maldita de lo normal se dibujó en su rostro, tal vez era hora de presentarle a su fiel amigo, creado de su mismo cuerpo, algo así como su reencarnación en... otra especie.

-Creo que te aburres Gabriel-

Le dijo moviendo su mano nuevamente y haciendo que la habitación temblara, se podía sentir una nueva precencia... o mas bien la extensión de la del demonio.

-Darm... ¿Estas hambriento pequeño?-

Una sombra se dibujaba cerca de Samyaza, tomando forma lentamente, era una especie de perro negro, pero que fácilmente doblaba en tamaño al mas grande de ellos. Pesaba alrededor de 150 kilos, pelaje era corto y brillante y sus ojos tan azules como los de su amo.

El animal miró al demonio y luego al ángel, acercándose a este lentamente, como acechándole.

-Empieza por satifacer a mi perro Gabriel...-

Gabriel estaba ya casi dormido cuando escuchó la voz de Semyaza, y se volvió hacia él, justo cuando el can tomaba form junto al demonio. Se quedó aún más patidifuso cuando escuchó las palabras del otro, crueles, y se negó a creer lo que querían significar. Lo miró con los ojos muy abiertos, sin dar crédito a lo que sucedía.

-No... No estás... Hablando en serio... ¿Verdad?-le preguntó asustado y temeroso de que fuese cierto.

-Claro que hablo en serio...-

El anima se acercó mostrando sus dientes al ángel en clara señal de que no debía moverse de su sitio, o simplemente le mordería

-Tranquilo Darm, a este lo quiero devuelta entero... no como al último... sin piernas- suspiró

El can se subió a la cama junto al ángel y comenzó lamerle un de las bellas piernas que dejaba ver su piel, se acomodó sobre el ángel, entre las piernas y comenzó a lamer su cuello su lengua era áspera y cubría gran parte de la piel que lamía, las ropas de Gabriel así como aparecieron volvieron a desintegrarse el perro comenzó a bajar con las lamidas hasta llegar al miembro de Gabriel, el que lamió como si fuera un hueso para comer.

-Eso es... lámele bien...-

Samyaza había dejado de prestar atención a las almas y ahora miraba divertido y excitado la escena sin querer perderse detalle de la misma.

Darm lamía cada vez con mas vehemencia las partes de Gabriel y como si una fuerza se apoderara de él, fue girado sobre la cama quedando apoyado en codos y rodillas, en cuatro patas como cabría decir, perfecto para la ocasión.

Darm comenzaba a asomar su rosado miembro de animal que salía de su pelaje, y buscando la entrada del ángel le penetró de un solo movimiento al mismo tiempo que lamía su espalda.